Consejos para crear un buen título

Cada parte del texto tiene su función, y la del título es fundamental. El título es la carta de presentación de nuestro libro, un grupo reducido de palabras en las que debemos condensar nuestra obra de tal manera que llame la atención del lector. Para crear un buen título, podéis ayudaros de estos pequeños trucos:

Conocer perfectamente el tema de la obra. Es fundamental que tengamos muy claro qué pretendemos decir, y qué aspectos de nuestra obra nos interesa destacar más.

Tener en cuenta a nuestro público objetivo. Evidentemente, no será lo mismo diseñar el título para un libro destinado a un público infantil que para un público adulto, femenino o de determinada ideología. En el primer caso, por ejemplo, podremos utilizar fórmulas más clásicas y palabras más comunes (aventura, tesoro, monstruo, caballero...), mientras que para un público adulto podremos introducir más referencias culturales y juegos de palabras. Aun así, hay que tener cuidado, porque utilizar recursos muy manidos puede hacer que nuestra obra parezca una más del montón.

Efectos sonoros. A pesar de que estén escritas, las palabras tienen sonido, así que debemos tener cuidado para que las cacofonías no nos jueguen una mala pasada. Aquí también se incluye el tema de los equívocos: salvo que esa sea nuestra intención, no debemos utilizar palabras que puedan confundirse con otras (sinónimos y homófonos) o de lectura difícil: el título tiene que leerse rápido.

Juegos de palabras. Son útiles para llamar la atención, pero deben ser realmente originales o muy expresivos. De otra manera, podríamos incurrir en la repetición o incluso en la vulgaridad.

Ritmos. Cuanto más largo sea nuestro título, más debemos preocuparnos de la cadencia de las palabras. Un buen ejemplo es The King of Elfland’s Daughter, de lord Dunsany, que se tradujo al español como La hija del rey del país de los elfos. Si os fijáis, las sílabas tónicas marcan un ritmo regular que facilita la memorización de la secuencia.

Rimas. Así como en prosa se evita la rima, en los títulos puede ser útil para facilitar la memorización de títulos extensos, siempre y cuando ésta no sea bastarda (por sufijos) y no genere cacofonías. Como ejemplo, tenemos el título de Stieg Larrson La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina.

Nombres propios. Muchos autores utilizan también nombres de personajes o de algún escenario para dar título a sus obras, como La torre de la golondrina, de Sapkowski.

Combinaciones sorprendentes. A veces lo único que necesitamos para llamar la atención son dos o tres palabras que aparentemente no tengan nada en común, pero que generen un binomio fantástico en la mente del lector. Por ejemplo, tenemos el libro Fantasmas de papel, de Somoza o El apóstol del demonio, de R.A. Salvatore.

Un buen título debe cumplir fundamentalmente dos máximas: 1. Que entre rápido, y 2. Que despierte la imaginación del lector.



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